Mateo Suazo tiene 15 años, vive en San José, departamento Colón, y recorre kilómetros cada semana para no faltar a ningún ensayo de Sonido de Parche, la batucada de Ará Yeví. Su historia es la de un adolescente atravesado por la pasión carnavalera, que junto a su familia vende pan casero para poder viajar a Gualeguaychú y ser parte del Carnaval del País.
Como ocurre con tantos otros, el vínculo de Mateo con el Carnaval nació desde chico. Sentado en una tribuna del Corsódromo, acompañado por su mamá, quedó atrapado por la energía de la pasarela, el sonido de los tambores y la respuesta del público.
“Estuve en el Corsódromo varias veces en diferentes ediciones y siempre me gustó, siempre fue una locura verlo. De ahí nació más que interés: un sueño, el de pertenecer y participar para saber y sentir cómo era desde adentro”, relató. Ese anhelo hoy empieza a concretarse: “Por suerte, hoy lo pude concretar y se va a hacer realidad la primera noche de enero”.
Su camino musical comenzó temprano. A los cuatro años dio sus primeros pasos en los corsos colonenses, tocando el redoblante en una murga infantil. “Ahí aprendí lo básico”, recordó. Luego sumó experiencia en Concepción del Uruguay, donde integró la batucada La Atómica. “A la batería y a su director, Marito, les tengo mucho cariño. Él fue quien me guio y me enseñó mucho de lo que sé hoy en día”, afirmó. Ese recorrido lo llevó finalmente a Ará Yeví, donde este año vivirá su primera experiencia en el Carnaval de Gualeguaychú. “Me inscribí por todo lo que había visto que ellos demostraron en la pasarela y ahora estoy descubriendo, aprendiendo y haciendo muchos amigos. ¡Son unos copados!”, destacó.
Para poder sostener los viajes frecuentes a los ensayos, Mateo y su familia encontraron una solución tan simple como sacrificada. “Mi familia fue clave desde el primer momento. Siempre me bancaron la idea de viajar para poder tocar en la comparsa”, contó. Frente a los costos del traslado, decidieron emprender juntos la venta de pan casero. “Nos sentamos a pensar cómo podíamos resolverlo sin bajar los brazos y así surgió la idea. Empezamos casi como una prueba y por suerte funcionó mejor de lo que esperábamos”, explicó. Gracias a ese esfuerzo, pudo cubrir parte de los viajes y colaborar con la economía familiar.
De cara a las once noches de Carnaval, Mateo no oculta sus expectativas. “Siento que es una oportunidad enorme y quiero aprovecharla al máximo. Mi idea es aprender todo lo que pueda, distintos instrumentos, técnicas y ritmos”, señaló a diario El Día. Su sueño va más allá: “Más adelante me gustaría seguir formándome en la música, estudiar y, algún día, poder armar mi propia comparsa o tener mi propio grupo musical. Estar hoy en Ará Yeví es un paso enorme hacia eso”.
