“La clínica del terror”: murió tras un implante dental

Una tragedia sacudió este viernes al barrio porteño de Belgrano cuando un hombre de 64 años, identificado como Miguel Ángel Berlini, murió tras realizarse un implante dental en una clínica. La intervención, que se iba a realizar a las 8.30 y debía terminar al mediodía, se extendió por un periodo de cinco horas en el que su familia no sabía qué había ocurrido con Miguel. Ahora, la clínica se encuentra clausurada, y hay dos profesionales detenidos.

Todo ocurrió el pasado miércoles, luego de que Miguel arribara a la clínica acompañado por su hermana y sus dos hijas, Camila y Celeste. Una de ellas reside en Bariloche y había viajado especialmente para acompañar a su padre en la cirugía. Según relató Berlini, Miguel estaba nervioso por el procedimiento, ya que nunca se había sometido a algo similar.

“Mi hermano tenía miedo hasta de ponerse una inyección. Nunca estuvo enfermo ni se internó“, ahondó Berlini. El hombre tenía dudas sobre lo que le podría ocurrir en caso de una hemorragia, según contó ella. ”Yo le decía que ellos [los médicos] saben de esto”, añadió. “Él tenía sus nervios normales como cualquiera que va a entrar a una intervención, pero estaba decidido a hacerlo. Estaba buscando una sonrisa. Una linda sonrisa“, expresó.

Miguel había llegado a la Clínica Robles, ubicada en Virrey del Pino al 2500, luego de rechazar otras opciones por precios muy altos. A través de las redes sociales, había llegado a un video del cirujano maxilofacial José Miguel Galeano donde hablaba de una nueva tecnología para realizar implantes dentales. Miguel buscaba realizarse cuatro.

“Pidió una entrevista con Galeano, donde le contaron que el procedimiento iba a ser por sedación, algo que le dijeron que era normal. Le dijeron que tenía que pagar el anestesiólogo, el quirófano que era alquilado, y los implantes. Y así fue”, señaló Alejandra.

El cirujano Galeano es oriundo de Viedma, Río Negro, por lo que para realizar intervenciones en la ciudad de Buenos Aires alquilaba quirófanos en diferentes lugares. Así había llegado a la Clínica Robles de cirugía estética, propiedad del cirujano plástico Marcelo Fernando Robles. Miguel buscaba comenzar el proceso de los implantes y esta era su primera intervención: “Iba a sacarse los dientes, las raíces que tenía, y ponerse los cuatro pernos”.

Al llegar a la clínica, fueron recibidos por Galeano. “Yo le pregunté si había algún riesgo. Él dijo que operaba con sedación para estar más tranquilo, por si el paciente se ponía nervioso”, recordó Alejandra.

Luego, aseguró que le pusieron al hombre una pastilla sublingual. La sedación generalizada, en el quirófano, era el siguiente paso. “Yo lo quise acompañar hasta la puerta, pero no me dejaron entrar, ni verlo. Nos pusieron en una habitación con mis sobrinas y nos quedamos ahí”, relató.

Recién a las 12.30 apareció Robles para notificarles que lo estaban suturando y que lo iban a llevar al área de terapia intensiva para escanearlo. Alejandra intuyó que algo extraño ocurría, dado que el escaneo se podía realizar en el quirófano o en la habitación donde estaba ella y sus sobrinos. “Me preguntó si quería presenciar el escaneo. Le dije que sí. Pero no vino nunca”, sostuvo.

Y sumó: “Empezaron a pasar las horas y yo, obviamente intranquila, empecé a averiguar con una enfermera, después con otra. ‘Ahora te averiguo’, me decían. Nadie me averiguó nada. A las 17.30 de la tarde caen estos dos médicos, abren la puerta y nos dicen que hubo una última complicación y que [Miguel] sufrió un paro cardiorrespiratorio. Les pregunté si murió y me dijeron que sí y que trataron de reanimarlo durante 40 minutos”.

Dudas

La hermana de Miguel reportó que el personal del establecimiento se comunicó dos veces con el SAME y con la Policía para advertir por un hombre con “bajos signos vitales”, pero que luego cancelaron el pedido porque el paciente había fallecido. “Yo trabajé 10 años en emergencias. ¿Cómo van a llamar a una ambulancia de alta complejidad cuando el quirófano es el que tiene que tener alta complejidad?“, reclamó.

En el medio, Berlini notó que tras la muerte de su hermano ingresó el abogado de Robles al establecimiento: “O sea que mi hermano ya estaba fallecido y estaban viendo qué hacer”.

Alejandra comentó que su hermano era “joven y sano”, que se había realizado el prequirúrgico y que todos los exámenes había arrojado un resultado correcto. La hermana de la víctima dijo estar está segura de que no hubo un anestesista, como había pagado Miguel. “Robles le inyectó la anestesia, porque si hubiese habido un anestesista, estaría detenido con los otros dos. Pero se guardaron la plata”, señaló.

Además, sostuvo que Miguel no estaba monitoreado durante el procedimiento: “¿Sabes cómo se dieron cuenta de que no tenía signos vitales? Porque el pecho no se movía. No respiraba. La frecuencia había bajado. Esta es la clínica del terror“.

Para sumar a esto, reveló que una enfermera quiso persuadir a la familia de no realizar una autopsia. “Estábamos desesperadas y mal. Ella dijo: ‘Chicas, ¿les puedo dar un consejo? No le hagan autopsia. Porque yo lo sufrí con mi abuelo y después queda todo marcado para el velorio, es feo, te llevas una impresión’. Yo le dije que era una cirugía de la boca, que no iba a quedar marca. La mandaron a que nos diga eso porque no les conviene la autopsia“.

Robles y Galeano fueron detenidos e imputados de manera preliminar por homicidio culposo por orden del fiscal Belloqui, a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N°59. También ordenó a la Unidad Criminalística peritar el quirófano, trasladar el cuerpo a la morgue forense y secuestrar la historia clínica, las credenciales profesionales y toda la documentación vinculada al procedimiento.

Aunque inicialmente versiones indicaban que la clínica había sido clausurada, Alejandra aseguró que solo clausuraron el quirófano.

Quién era Miguel Ángel Berlini

La noticia de la muerte de Miguel Ángel Berlini y las dudas alrededor de la intervención quirúrgica conmocionaron a la familia de Miguel y a los vecinos de Villa Adelina, San Isidro, donde residía y era muy querido. Su familia era el principal sostén de Miguel: su hermana Alejandra, de 62 años, y sus hijas Camila, de 27, y Celeste, de 30. Las tres eran las que lo esperaban afuera de la sala de operación. Aunque se había separado de la madre de sus hijas hace varios años, mantenían una relación respetuosa y presente.

Para su familia, Miguel era un hombre sereno y dedicado. Basaba su vida en tres pilares: su familia, su trabajo y la cocina. En los últimos años, había construido varios emprendimientos y ejercido como comerciante en kioscos y en heladerías. Entre sus últimas creaciones, se incluía un emprendimiento de pastelería.

En sus redes sociales, decía que se trataba de “Pastelería Artesanal en Lingotes”. Allí mostraba sus diversas creaciones, como el pan dulce, alfajorcitos de maicena, lemon pie, chocotorta, entre otros. Alternaba dichas publicaciones con imágenes de su familia. Sus hijas, sobrinos y primos se llevaban el principal protagonismo. En paralelo, trabajaba como chofer de Uber y había logrado comprarse un auto 0 km.

“Era trabajador y muy honesto. La persona más buena del mundo, excelente padre, excelente hermano. Era el padrino de mi hijo y obró como su padre toda su vida. Como papá con sus hijas era excelente”, detalló su hermana Alejandra.

Fuente La Nación

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