Un trágico suceso sacudió este domingo a la provincia peruana de Barranca, cuando Jorge Luis Castillo Corzo, un hombre de 55 años, perdió la vida a causa de una herida punzocortante provocada por su propio gallo de pelea. El incidente ocurrió durante una pelea de gallos, una práctica común en algunas zonas del país, que se ha mantenido vigente a pesar de las controversias que genera por su implicación en el maltrato animal.
Según medios locales, el hombre fue herido por las espuelas metálicas que se les colocan a los gallos en estos eventos, diseñadas para aumentar la letalidad de los combates. A pesar de los esfuerzos de los testigos, que intentaron detener la hemorragia y socorrer al hombre, Castillo Corzo perdió una cantidad significativa de sangre antes de ser trasladado al hospital. Las autoridades informaron que no se pudo controlar la hemorragia a tiempo, lo que derivó en su fallecimiento poco después de llegar al centro médico.
La tragedia ha puesto nuevamente en el centro del debate la seguridad y la regulación de las peleas de gallos en Perú, una actividad que para muchos es parte de la tradición cultural del país, pero que también ha sido objeto de fuertes críticas debido a los riesgos que conlleva para los animales y sus dueños. En este caso, las espuelas metálicas que los gallos utilizan para luchar representan un peligro tanto para ellos como para las personas involucradas.
En cuanto a la investigación del incidente, la Policía Nacional del Perú ha abierto un expediente para esclarecer las circunstancias exactas del suceso y determinar si se cumplían las normativas de seguridad en el evento. Las peleas de gallos, aunque legales en algunas zonas del país, se realizan en su mayoría sin una regulación estricta que garantice la seguridad de los participantes y los asistentes.
Este trágico caso subraya una vez más los peligros inherentes a las peleas de gallos, una tradición que sigue siendo popular en varias regiones de Perú, pero que ha sido condenada por organizaciones defensoras de los derechos de los animales. La comunidad internacional y diversas asociaciones continúan exigiendo la prohibición total de esta práctica, al considerar que no solo pone en riesgo la vida de los animales, sino también la de los seres humanos involucrados en estos eventos.