Es barrendero y se graduó de contador: es el primero de su familia en recibirse

Es barrendero y se graduó de contador: es el primero de su familia en recibirse

Leonardo Bermúdez había dejado la carrera en 2001, entre la desesperación por conseguir trabajo y la incertidumbre de cuándo podría retomar. Comparte la misma vocación con su esposa, quien se graduó un mes después de ser mamá, y la llegada de la nueva integrante lo motivó a hacer realidad su sueño. “Me propuse hacer hasta lo imposible, y cuando lo miro en perspectiva realmente fue así”, contó.

 

La vocación de Leonardo Bermúdez estaba definida desde que era un niño. Cuando le preguntaban qué quería ser de grande, la respuesta era siempre la misma: contador. Ni bien terminó la secundaria fue tras ese sueño, de la mano de su futura esposa, María, que se anotó en la misma carrera. Estaban en primer año cuando en plena crisis del 2001 dejaron los estudios para buscar empleo. Hace 18 años Leonardo trabaja como barrendero en la provincia de Salta, y en paralelo retomó la universidad . Al principio avanzó de a poco, pero después de ser papá se enfocó aún más en la meta. Hoy conforman un matrimonio de contadores: ella se recibió en 2015, poco después de dar a luz a su hija, y él es un flamante graduado, tras obtener un 10 como nota final en la defensa de su tesis. “Sé que arrancar de nuevo a los 40 no es fácil, pero no voy a bajar los brazos”, expresó.

 

Emocionado, feliz, y con mucho para celebrar, confiesa que todavía se está adaptando a su nueva rutina, porque por primera vez desde 2017 -año en que volvió a cursar en la Universidad Nacional de Salta (UNSa)- no tiene que ir a clases después de su jornada laboral. “Cuando nació Isabella me prometí a mi mismo hacer hasta lo imposible, y cuando lo analizo ahora me doy cuenta que fue así, porque hasta hace dos semanas trabajaba de 6 a 13, volvía a mi casa para almorzar con mi nena; me iba a clase a las 14, y volvía a las 10 de la noche, para seguir estudiando, porque una cosa es la cursada y otra es el tiempo de estudio”, relata.

Lleva 22 años en pareja, y asegura que la historia de amor con su compañera de vida fue la base de cada logro. Se conocieron a los 13, hicieron toda la secundaria juntos, y el noviazgo surgió a los 17. “Estábamos terminando quinto, se venía el cierre de una etapa y yo no podía con la idea de no verla más todos los días, lo hablamos y decidimos que íbamos a seguir juntos, y que queríamos estudiar lo mismo, así que fuimos los dos a inscribirnos a la universidad”, rememora.

Leonardo viene de una familia numerosa: son nueve hermanos, y ya en ese entonces soñaba con ser el primero de su familia en obtener un título de grado, pero tuvo que posponerlo. Aunque hoy tiene ese objetivo cumplido, el camino no fue sencillo. “El 2001 fue un época muy difícil, y no se justificaba ni estaba bien visto que un chico de 19 años se dedicara al estudio sin generar ingresos, y aunque no quería abandonar porque sentía que era mi objetivo, no tenía otra cosa en mente; pero no cumplía con los tiempos que soñaba y después encontré el trabajo que tengo actualmente en el barrido de calles en la ciudad de Salta, que me permitió tener un sustento y horas para dedicarme a la carrera ”, explica.

Padres y estudiantes

En 2014 se convirtieron en papás, y la nueva etapa familiar trajo cambios para los dos. “Mi señora tuvo a nuestra hija en febrero por parto natural, y en marzo ya estaba cursando; fue un esfuerzo impresionante, fue complicado, pero siguió y cerró su carrera en 2015″, revela, y cuenta que actualmente ella ejerce la profesión. “El nacimiento de mi nena me cambió la cabeza, cuando me vi padre fue distinto, pensaba en su futuro, en cómo iba a crecer, quién representaba yo para ella, cómo me iba a ver, y no quería que me vea abandonar mi sueño”, agrega.

Define la fórmula con la que emprendió su meta como una combinación de “intensidad, determinación, y fuerza”. No duda que la energía renovadora se la brindó su hija, porque quería inculcarle un aprendizaje desde el ejemplo, por más difícil que fuese. “Mi trabajo demanda mucho esfuerzo físico, y es un servicio que no se puede dejar de prestar porque tiene que ver con la salud de la población y el manejo de los residuos, así que al comienzo no encontraba la manera de organizarme”, reconoce. Le quedaban muy pocas horas para estar en familia, tenía que declinar invitaciones a eventos sociales, y priorizar el tiempo de estudio aún en medio de cumpleaños y celebraciones.

Incluso en pandemia no dejó de ir a trabajar ni un solo día, por ser personal esencial, y aunque algunas materias pudo cursarlas en formato virtual, representó un desafío comenzar la tesis en plena cuarentena. “Preparé mi tesis con una compañera, empezamos a fines del 2020 con una empresa que era nuestro objeto de estudio, y teníamos que hacer relevamientos, pero no podíamos hacerlos porque había restricciones; había que esperar que nos dejaran ir en persona a pedir ciertos datos que no podían pasarnos por mail, hasta que más adelante pudimos concretarlo”, indica. Todo esfuerzo valió la pena, porque no solamente la dupla se sintió conforme y orgullosa del resultado, sino que el tribunal de jurado de la tesis los calificó con un 10 por decisión unánime.

Afuera de la universidad lo espera toda su hinchada: su familia, su madre, que a los 73 años pudo ser testigo de su gran día, sus compañeros de trabajo, varios amigos, estudiantes, e incluso una vecina que conoció mientras prestaba servicio. “Un día charlando con una señora le conté que estudiaba, y me dijo: ‘Por favor avisame cuando presentes tu tesis porque yo quiero ir a esperarte’, y para ella soy ‘el barrendero’, me conoce así, y vino para felicitarme, así fue increíble tener tanta gente que estaba acompañándome ese día”, destaca.
Por supuesto que la reacción que más lo emociona es la de su hija, de 9 años, que se puso muy contenta cuando supo que su papá había alcanzado su sueño. “Fue muy importante para mí que ella me vea hacer este esfuerzo, y más a mi edad, demostrarle día a día trabajando, metido en los libros, se puede conseguir, y creo que se le grabó todo eso por la dedicación que hoy veo en ella en su escuela, que es muy responsable con sus tareas”, comenta. Con ternura y timidez confiesa que a veces siente que su hija lo ve “como un superhéroe”, y disfruta de esos momentos. “Todos tenemos defectos, y en algún momento me va a sacar de ese pedestal, pero la verdad es que soy yo quien está orgulloso de ella, de su inteligencia emocional, de cómo me entendió estos años, cómo me acompañó y cómo se emocionó por este logro”, enfatiza.

Desafíos y prejuicios

Leonardo estuvo más de una vez frente a frente con los estigmas sociales, las miradas de desaprobación y la descalificación, pero vuelve a recalcar la contención de su familia como un factor clave. “En la calle hay de todo, pero uno se va quedando con las buenas personas, elige a los que le hacen bien, aprende a valorar todas las profesiones y en algún momento me han tratado de manera despectiva, pero lo supe manejar con el tiempo porque también tengo unos compañeros muy buenos, cada uno se esfuerza con sus emprendimientos y sus metas”, expresa.

Poco después de recibirse, le entregaron un reconocimiento en la Cámara de Diputados de la provincia de Salta, por su esfuerzo, perseverancia, y ser ejemplo de orgullo salteño. “Estoy muy agradecido porque al darse a conocer nuestra historia familiar quizás otros también se motiven, y yo soy de los que piensa que todos tenemos que hacer el esfuerzo de estudiar, sin importar cuál sea la condición social o económica, porque el esfuerzo para tener un título es igual para todos, son las condiciones o el contexto lo que es diferente en cada persona”, argumenta.

Siempre estuvo convencido de que el título es “mucho más que un papel”, y lo vislumbra como una herramienta que abre puertas, por más que a veces le digan lo contrario. “A veces hay quien te incentivan a bajar los brazos y te dice: ‘¿Para qué te vas a esforzar si después vas a terminar trabajando de cualquier otra cosa, o vas a seguir como barrendero o manejando un taxi?’, y yo no lo veo así para nada, considero que la educación es un valor fundamental para la sociedad, un elemento de movilidad social ascendente que tiene un impacto inmenso”, sostiene. Piensa en su formación educativa, que fue en establecimientos públicos desde la primaria hasta la universidad, y se toma un momento para reflexionar sobre el rol que ocupó en su vida.

“Es fácil de calcular cuáles son los puntos del PBI que se destinan a la educación pública, pero yo quisiera que se consideren también los ingresos que se generan a través de las personas productivas que gracias a esa educación retribuyen con su trabajo a la comunidad”, remarca. Y profundiza: “Se habla mucho de los costos y no tanto de los beneficios de la educación pública, que son realmente incalculables, y creo que todavía no tenemos dimensión de cuáles serían las consecuencias de no tener acceso a esas oportunidades para toda la sociedad, ni cuántos sueños quedarían truncados en tantos niños”.

En sintonía con aquella reflexión, asegura que siente la necesidad de ejercer la profesión. “Quiero devolverle a la comunidad la posibilidad que me brindó la universidad pública de formarme, y estoy en la búsqueda, con entrevistas laborales donde ya recibí varios ‘no’, pero no voy a bajar los brazos”, sentencia. Explica que la mayoría de las postulaciones tiene como requisito tener cinco años de experiencia en determinadas tareas, y a veces limitan a 30 años la edad del solicitante.

 

“Sé que con 40 años quedo afuera de muchas cosas, que la competencia afuera no es sencilla, y que necesito de forma urgente adquirir experiencia, pero también tengo 18 años como empleado en el barrido urbano con un legajo impecable, que habla de mi compromiso, y los valores que me enseñaron mis padres: la integridad y la responsabilidad”, enumera.

Proyecta complementar su formación con especializaciones que lo habiliten para anotarse en el profesorado de ciencias económicas, el siguiente escalón de su sueño. Tiene alma docente y ganas de educar desde el ejemplo, pero también le gustaría colaborar en el área contable de alguna empresa. “Si alguien está en la posición en la que yo estuve, de decidir si buscar un trabajo, seguir estudiando o abandonar, me gustaría que aunque sea una persona decida hacer el esfuerzo de trabajar y estudiar al mismo tiempo; más aún si cuenta con el apoyo de su familia, porque siempre vale la pena”, aconseja. Se emociona porque sigue caminando de la mano de la misma compañera con la que se anotó en la universidad en los años 2000, solo que esta vez como familia, con las ilusiones cumplidas y las expectativas de ejercer ambos la profesión.

Fuente: Infobae

 

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