Docente entrerriano, caminando, a caballo y a dedo hace más 300 kilómetros para dar clases

Docente entrerriano, caminando, a caballo y a dedo hace más 300 kilómetros para dar clases

Wilson Díaz es un docente oriundo de un paraje rural ubicado a 30 kilómetros de Santa Elena. Su historia es la del esfuerzo y la superación. Todos los días hace más de 300 kilómetros para dar clases en tres escuelas: la 170 y la 212 de Colonia Avellaneda y la 201 “Gaucho Rivero” de Paraná.

“A las 3 suena mi primer llamado del despertador y el último es a las 3.10; me levanto, me higienizo, preparo, reviso mi bolso y salgo caminando desde mi casa, que está en un paraje rural, hasta la Ruta 12, en una curva cercana al acceso a Santa Elena”, le contó el trabajador de la Educación.

 

“Hacer dedo ahora es más fácil, pero en época de pandemia, cuando nos pedían la presencialidad, estábamos hasta cinco horas bajo el sol o la lluvia; y había que hacerlo porque era nuestra responsabilidad porque el CGE exigía que estuviéramos en la escuela”, rememoró.

 

Díaz es docente suplente de Tecnología en cargo vacante y aguarda que su cargo se titularice para ordenar sus días y sus horas: conseguir un cargo más cerca de su casa. Mientras tanto, viaja a dedo, caminando, a caballo, y en Paraná, en el 22.

 

“Dejo el caballo en una escuelita en la que hice la primaria, la seño me dio la llave de un depósito para que deje mis cosas; tengo un par de medias o un pantalón más, de repuesto, porque a veces por el clima no sabes, puede llover en Paraná y cuando llegas allá, está lindo, o viceversa”, explicó.

El docente comentó que evita caminar con botas de goma “porque se llenan de barro” y el camino se torna muy pesado y no llega: “Al recorrido de una hora y media, con botas, lo hago en hasta tres horas, y alpargatas no puedo usar porque te resbalas”, explicó. En cambio, “descalzo tenés la prioridad de llegar más rápido”, sentenció.

 

Valorar el esfuerzo docente

“Llego con todas las ganas, con todas mis energías, siendo siempre positivo, y disfrutando, porque me gusta lo que hago, llegar a la escuela y que me reciban los chicos: antes era con un abrazo y hoy es con el puño o el choque de manos”, aseguró. Es que Díaz no cree que su esfuerzo sea algo fuera de lo común, porque es lo que hacen “miles de docentes, tanto en la provincia como en el país”. “Tengo muchas compañeras que en la ruta hacen miles de kilómetros y es parte del esfuerzo diario; quizás son madres solteras y lo hacen por sus hijos”, fundamentó.

“La sociedad pone al docente como al malo de la película en un día de paro, y no se valoriza nuestro trabajo, sin saber del esfuerzo que hacemos por llegar, sobre todo en las ciudades más grandes”, justificó al instar a “que en las ciudades más grandes valoren a un docente, que vean el esfuerzo que hacen miles de compañeros, porque la realidad de cada docente es la de andar en diferentes travesías”. “Cuando crece el arroyo tengo que salir caminando o a caballo porque mi responsabilidad es la de llegar a la escuela”, pronunció Díaz.

 

 

“Cuando termino mi rutina salgo caminando al puente de Acceso Norte a hacer dedo, a la deriva hasta que alguien me lleve; es a la deriva porque a veces no conocés a quien te lleva, pero a eso no lo ves en ese momento porque estuviste trabajando y te sentiste satisfactorio después de un gran día de trabajo”, aseguró el docente al contabilizar que, por día, transita hasta más de 300 kilómetros. “Es algo que nunca me pesó porque lo naturalicé totalmente en mi vida diaria”, reafirmó. “Lo disfruto y los chicos te aprecian mucho porque ellos vienen de diferentes contextos y realidades. La enseñanza es la de disfrutar el día a día y ser siempre positivos, cueste lo que cueste”, insistió.

 

 

Los sueños de un maestro

Consulado al maestro con qué sueña mientras transita tantos kilómetros, éste confesó: “Cuando voy caminando pienso en cómo llegarán mis gurises a la escuela, si almorzaron, si llegaron con las zapatillas sanas, porque yo a veces voy caminando descalzo por el barro”.

“Sueño con que los docentes volvamos a ser valorizados, que nuestro esfuerzo tenga un valor, porque la educación, salud y seguridad son los eslabones que necesita una sociedad”, fundamentó. “Entre risas y carcajadas, mis compañeros me dicen que soy el único loco, pero creo que un verdadero docente tiene que tener una pizca de locura”, agregó.

Díaz contó que antes de llegar a la docencia pasó por diferentes trabajos: el de albañil fue uno de los principales, hizo labores de jardinería y changas en el campo. “Durante las vacaciones también trabajo con los animales, haciendo changas, porque el sueldo nuestro no nos solventa”, acotó.

 

“El día de mañana, como todos, soñamos con un auto, no tener que hacer dedo, levantarnos a un horario y tener una escuela cerca”, dijo el maestro. Es que necesita acumular antigüedad y tener continuidad laboral para poder competir cuando su cargo se concurse. “Donde titularice voy a ir”, sentenció al comentar que va por su séptimo año de antigüedad. “Pasó por varias escuelas y todas me dejaron una enseñanza y una nueva experiencia”, contó.

Finalmente, el maestro instó a otros a “seguir poniéndole el hombro a la Educación porque sé que podemos”. “Y si me ven en la ruta haciendo dedo, o a otros compañeros, si pueden, llévennos, porque por algo lo hacemos”, cerró.

 

Fuente: Elonce

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