Cada 23 de abril, la Iglesia Católica conmemora el Día de San Jorge, una fecha cargada de valor simbólico para los fieles. San Jorge no solo representa una figura emblemática de la tradición cristiana, sino también un modelo de virtud, resistencia y coraje ante la adversidad. Esta jornada recuerda su legado como mártir y defensor de la fe, así como su figura heroica ante los desafíos del mal.
Reconocido por su valor y entrega, San Jorge ha sido históricamente venerado como un guerrero espiritual. “Es un símbolo de la virtud cristiana y de quienes deben enfrentar situaciones de lucha y dificultad”, destacan desde fuentes eclesiásticas. Su imagen, siempre asociada al coraje, lo ha convertido en patrono de múltiples grupos: caballeros, soldados, scouts, esgrimadores y arqueros.
Pero su protección espiritual no se limita a lo militar. “Se le invoca contra la peste y la lepra y contra las serpientes venenosas”, lo cual ha extendido su culto a diversas comunidades que buscan en él amparo frente a males físicos y espirituales. Además, su figura es especialmente importante en el Ejército Argentino, donde es reconocido como “el Patrono de Armas de Caballería del Ejército de Argentina”.
El papa Francisco era muy devoto de San Jorge, con quien compartía nombre de Bautismo.
Un joven militar con una misión sagrada
¿Quién fue San Jorge? Según la Agencia Católica de Informaciones – ACI Prensa, San Jorge nació alrededor del año 275 d.C. en Lydda, una ciudad de la antigua Palestina. Proveniente de una familia humilde y trabajadora, desde muy joven se incorporó al ejército imperial romano. Su carisma natural y su desempeño lo llevaron a ascender con rapidez dentro de las filas militares.
Más allá de su carrera como soldado, San Jorge protagonizó uno de los relatos más conocidos del cristianismo popular. “De acuerdo a la historia, tomó conocimiento del temor de los ciudadanos acerca de un gigante lagarto, que podría tratarse de un caimán o cocodrilo.” Con determinación, partió en busca de la criatura para liberar al pueblo. Su victoria fue celebrada por todos, pero especialmente por él mismo: “Tras triunfar en su misión, muchos afirman que observaron a San Jorge dar gracias a Dios y ofrecer su victoria a Jesucristo.”
Este gesto de fe consolidó su imagen como un hombre no solo de armas, sino también de profunda convicción religiosa. Su historia, narrada de generación en generación, ha servido para reforzar su estatura como un protector espiritual frente a los males más oscuros y temidos.
El mártir que desafió al emperador
Sin embargo, su vida tomó un rumbo trágico cuando el emperador Diocleciano inició una feroz persecución contra los cristianos. Al descubrir la fe de San Jorge, el gobernante lo obligó a renunciar a su religión. “Al tomar conocimiento de su fe, el gobernante le ordenó arrepentirse, pero San Jorge se negó y volvió a confirmar devoción por Cristo.”
Su firmeza le valió una sentencia ejemplar. Fue sometido a torturas y castigos públicos, pero no abandonó su fe. “A pesar de ser duramente castigado por azotes, el santo no mostró arrepentimiento de su fe y se mantuvo en silencio hasta ser decapitado.” Su ejecución ocurrió en Nicomedia, actual Turquía, en el año 303 d.C., y lo elevó al rango de mártir venerado por la Iglesia.
San Jorge es representado a menudo como un caballero montado en un caballo blanco, enfrentando al dragón. “Porta una palma, una lanza y un escudo, y se encuentra junto a una bandera blanca marcada con una cruz roja.” Esta imagen no solo embellece iglesias y vitrales, sino que también inspira a miles de creyentes alrededor del mundo.
Esta es la oración para pedirle a San Jorge por cualquier necesidad:
San Jorge, guerrero valeroso,
que defendiste a la princesa de la Capadocia,
al abatir con tu lanza al feroz dragón,
te solicito humildemente
que vengas en mi auxilio
y me protejas de las acechanzas del demonio,
los peligros, las dificultades, las aflicciones.
Cobíjame bajo tu manto, poderoso santo,
escóndeme de mis enemigos,
de mis perseguidores, de las envidias,
magias, hechizos y maleficios.
Protegido con tu manto,
caminaré a través de los mares y la tierra,
noche y día, mes a mes, año tras año,
y mis enemigos no me verán,
no me oirán, no me seguirán.
Bajo tu protección no caeré,
no me perderé, no sangraré.
Igual que Nuestro Dios; Salvador
estuvo nueve meses protegido
en el vientre de la Virgen María,
así yo estaré protegido bajo tu manto,
teniéndote delante de mí,
armado con tu lanza y tu escudo.
Amén.
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