Combatiendo lo tradicional: las nuevas joyas del turismo sudamericano
Los brotes de la pandemia, la cualidad inestable del turismo y los cierres o restricciones en relación con las fronteras, produjeron que se comience a pensar de manera regional. Los distintos gobiernos tomaron las medidas necesarias para fomentar el turismo interno, el cual creció exponencialmente en los últimos veranos. De esta manera, los lugares clásicos han estado a tope de ocupación durante muchos meses. Para lograr tener un alojamiento se debió reservar con mucho tiempo de antelación, lo que le abrió las puertas a nuevos mercados que se encontraban apagados, y otros que vieron una oportunidad en esta demanda insatisfecha. Así fueron surgiendo estos nuevos espacios que ofrecen propuestas parecidas pero alejadas de la realidad alborotada de las grandes ciudades.
Cariló es una de las localidades que supo aprovechar su cercanía con Pinamar, para acaparar a un tipo de turista muy particular. Por muchos años, estuvo vinculada con un turismo familiar, lejos del bullicio y con un cierto estatus social prominente. Esto en las últimas temporadas fue cambiando de a poco, popularizando a los visitantes. Aún escapando un poco de la vida nocturna de Pinamar, es cierto que este aspecto creció un poco últimamente. Muchos turistas que solían vacacionar en Uruguay o Brasil, vieron una oportunidad única en Cariló.
Siguiendo con el aspecto gastronómico de las propuestas de la ciudad, muchos se han renovado antes del comienzo del verano, respondiendo a una modernización requerida luego de estos 2 o 3 años de paralización pandémica. Han ampliado sus espacios, han mejorado sus acomodaciones y servicios, para contar con un servicio único. Asimismo, la tranquilidad que se respira es particular de esta zona, donde nunca te sentirás agobiado por las aglomeraciones de jóvenes o las largas filas que distinguen a otras ciudades más populares. Más información aquí de alquileres en Carilo.
Otro ejemplo que entraría en este paradigma que venimos analizando, es el caso de Pichilemu. Una pequeña localidad de la costa chilena que se convirtió de un verano a otro, en el lugar predestinado para el turismo popular del país vecino. El lujo de su arquitectura se funde como uno con las maravillas naturales que encontramos aquí. Los acantilados, las playas y el mar alborotado que atrae a miles de surfistas al año, hacen crecer una propuesta de vacaciones que no ha parado de implosionar en los últimos tiempos. Al sur de Santiago, encontramos este precioso lugar, llamado por los locales como Bosque Pequeño, que desde sus pintorescos paisajes y la rica historia que alumbra su pasado, le da sentido a un ‘spot’ único en la región. Puedes profundizar aquí acerca de arriendos en Pichilemu.
Para culminar con nuestra guía, proponemos adentrarnos en una última localidad: Valeria del Mar. Otra ciudad que supo aprovechar los inconvenientes de vecinos como Ostende o Miramar, para acomodarse dentro de los planes del turismo local argentino. La familiaridad del pueblo junto con el aspecto natural y vírgen, de sus bosques y playas, ofrece un destino muy especial y pintoresco. Las atracciones que encontramos, como: la casa artística de El Ojo y El Diamante o el museo de Víctor Magariños, continúan con una culturización social que siempre fue muy cercana al arte local y que se sigue desplegando, más allá de las inversiones que proponen urbanizar y modernizar el centro de la ciudad. Para finalizar, te recomendamos aquí alquileres en Valeria del Mar.
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