Adolescente que mató a su mejor amigo se reinsertó en la sociedad con otra identidad

Adolescente que mató a su mejor amigo se reinsertó en la sociedad con otra identidad

Hace exactamente un año el cuerpo de Joaquín Sperani apareció sin vida en una tapera abandonada que luego se la conoció como “la casa del horror” en Laboulaye, una ciudad ubicada en el sudeste de la provincia de Córdoba.

 

El adolescente había desaparecido el 29 de junio de la escuela secundaria a la que asistía y nadie sabía de su paradero. El caso, con el correr de los días, captó la atención de gran parte de los medios de todo el país, luego de que la Justicia detenga como autor del asesinado a L., otro adolescente de 14 años, quien era amigo de la víctima.

 

Por el hecho, L. fue derivado al Complejo Esperanza, de la ciudad de Córdoba, y luego de un tratamiento fue reintegrado a su entorno familiar.

Hoy se sabe que L. y sus padres se fueron de Laboulaye. Se mudaron a otra ciudad y el chico reinsertado con una nueva identidad.

Al tener 14 años, por la ley penal vigente en Argentina, no pudo ser sometido a un juicio y una posterior condena.

 

 

“Quiero saber por qué lo mató”

Al cumplirse el año del hallazgo del cuerpo sin vida de Joaquín, su madre, Mariela Flores, aún desconoce por qué “su mejor amigo” lo mató.

La autopsia realizada al cuerpo de la víctima determinó que recibió 18 golpes en la cabeza, primero con un fierro y luego con un pedazo de hormigón.

Ahora, un nuevo ADN habría aparecido en la “casa del horror” donde murió Sperani. Según su madre, está en el mismo fierro que utilizaron para matar a su hijo.

Sin embargo, la Justicia sospecha que la escena del crimen pudo haber sido contaminada, algo que todavía no está comprobado.

“El primer ADN es de Joaquín, el segundo de L. y el tercero de un hombre. Esto nos genera más incertidumbre. Exigimos poner peritos de parte con los ADN. Desde Nación nos dijeron que era nuestro derecho, que era algo que se nos venía negando este año”, contó la mujer en diálogo con el canal Todo Noticias (TN). Y prosiguió: “Nosotros desde el primer momento sentimos que no fue él solo, que había alguien más”.

Mariela Flores y los padres de L. eran conocidos en la localidad y se frecuentaban. Después del crimen todo ese vínculo que supieron construir con los años se rompió.

 

“Necesito verlos a los ojos, a lo mejor no vamos a hablar nada, pero sí necesito mirarlos a los ojos. Ahí voy a obtener muchas respuestas”, cerró Flores.

 

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