Los programas de seguimiento telescópico detectan decenas de asteroides cada mes. La mayoría de ellos poseen pocas decenas de metros y no constituyen un riesgo para nosotros. Esto es porque la atmósfera terrestre es muy eficiente en fragmentar cuerpos rocosos de ese tamaño que nos alcanzan a hipervelocidad.
Pero, ¿por qué damos esta introducción? Por las recientes noticias acerca del asteroide YR4 y su posible choque con la tierra. Ese asteroide posee un tamaño entre 40 y 90 metros. En el supuesto, todavía bastante improbable, de que chocase contra la Tierra, eso lo convertiría en un evento no exento de riesgo.
Se piensa que el asteroide que colisionó el 30 de junio de 1908 sobre Tunguska (Siberia) poseía un diámetro similar. Recordemos que aquel objeto también se desintegró y generó una energía explosiva de entre 10 y 20 megatones de TNT. Además, la onda de choque generada y su nube de material vaporizado destruyeron un área de unos 2.150 km² de taiga.
En el caso del asteroide que nos ocupa, al poco de ser descubierto, fue calificado como 3 en la llamada escala de Turín. Tiene una probabilidad de 1 entre 77 (1,3 %) de impactar la Tierra el 22 de diciembre de 2032. Eso no nos debe alertar a corto plazo.
Esa calificación quiere decir que se trata de “un encuentro que merece la atención de los astrónomos. Los cálculos actuales dan una probabilidad > 1 % capaz de causar destrucción localizada. Probablemente nuevas observaciones lo reasignen sin riesgo”. Esto será así porque seguiremos observando este objeto y mejoraremos su órbita, particularmente en su retorno en 2028.
La Tierra, en la región de incertidumbre
La evolución dinámica de los pequeños asteroides están afectados por los llamados efectos no gravitatorios. Se trata de diversas fuerzas que para asteroides son principalmente de naturaleza radiativa, una especie de sutil “retroceso” al reemitir progresivamente el calor que recibe el asteroide del Sol. Como consecuencia, los pequeños asteroides deben ser continuamente observados para cuantificar y delimitar sus órbitas en cada “aparición” cercana a nuestro planeta.
Con la precisión astrométrica actual, el paso del asteroide posee una incertidumbre de alrededor de 100.000 kilómetros en su posición en el momento de su máxima aproximación a la Tierra. De hecho, con unos 12.000 kilómetros de diámetro, nuestro planeta quedaría dentro de esa región de incertidumbre. Eso equivale a un 1,3 % de probabilidad de que impacte, a la espera de mejorar su órbita y recalcular esa probabilidad en 2028.
Así pues, quedamos a la espera de la nueva visita del asteroide 2024 YR4, con su aproximación del 17 de diciembre de 2028. Será entonces cuando, gracias a un esfuerzo conjunto de astrónomos profesionales y aficionados, consigamos precisar mejor su órbita y saber si será necesario prepararse para el impacto o bien aplicar un método paliativo como ejemplificó la misión DART.
Fuente: Chequeado
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