Las primeras egresadas de una diplomatura para mujeres en construcción en seco
Las primeras 30 estudiantes en cursar el taller gratuito de construcción en seco para mujeres y diversidades dictado en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), egresaron el jueves en la sede de Resistencia de esa casa de altos estudios, cuya escuela de oficios dictará una nueva capacitación desde marzo, en virtud del “éxito” alcanzado.
“Fue muy agradable, sobre todo porque compartí el taller con mi hermana. Con ella solemos hacer cosas juntas, pero este taller nos acercó un poco más al recuerdo de mi papá. Nos criamos entre máquinas, así que nosotras estábamos muy familiarizadas”, dijo a Télam una de las alumnas que recibieron el título de “auxiliar de construcción en seco”, Gabriela Puntano.
“Fue increíble. Estoy muy agradecida porque además me sentí muy cómoda con el ambiente, con las compañeras. Es una experiencia muy linda para alguien como yo que nunca tuve la oportunidad de pasar tiempo haciendo un curso”, opinó una de sus compañeras, Cristina Peralta.
Organizada por el programa “Zoomadoras, Mujeres que Construyen” de la Fundación Vamos a Zoomar (VAZ) junto a la Familia Bercomat (FB) y la UNNE, esta primera capacitación comenzó en agosto y tuvo una carga de 120 horas cátedra.
La articulación entre instituciones así como la provisión de los materiales para el curso estuvo a cargo del Instituto Provincial de Desarrollo Urbano y de Vivienda (IPDUV) de Chaco.
“El programa ‘Zoomadoras’ para ampliar el acceso a las mujeres al rubro de la construcción tiene tres pilares fundamentales: la capacitación, la empleabilidad y la concientización”, dijo a Télam la arquitecta y coordinadora de esta iniciativa, Carolina Carvalho.
Y es en el marco de la primera de estas líneas de acción que las convocaron de la UNNE para dictar la primer diplomatura de auxiliar de construcción en seco para mujeres y diversidades dentro de la escuela de oficios que ellos tienen.
“Nuestro objetivo siempre es de brindarles capacitaciones para que ellas se puedan insertar en este rubro, pero en este caso en particular, fue ampliar la calidad de esa capacitación, que fue mucho más prolongada y en un marco absolutamente académico”, dijo.
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Designada así en oposición a la “construcción húmeda o tradicional”, la “construcción en seco o panelizada” es aquella modalidad que “no necesita ningún agregado húmedo” porque utiliza “piezas que se cortan y se ensamblan”.
“Queremos también capacitarlas en sistemas de construcción como el panelizado, que se van a imponer en un futuro cercano por muchísimas cuestiones: por cuidado del ambiente, practicidad, menor costo, mayor limpieza, ahorro energético, de tiempos y de esfuerzo físico”, dijo.
En cuanto a la participación femenina en el sector de la construcción, uno de los sectores más masculinizados de la actividad económica, Carvalho explicó que si bien las últimas estadísticas “hablan de un 5,4% de mujeres en el rubro, es un número que hay que tomarlo entre pinzas porque incluye arquitectas, administrativas y demás”; por lo que en realidad “el porcentaje de mujeres trabajando en este oficio es absolutamente ínfimo”.
“Y si bien ese número no se no se movió significativamente en los últimos años, sí estamos viendo una convocatoria altísima en cada una de nuestras propuestas y cursos”, dijo.
“Otras organizaciones de la sociedad civil que están haciendo un trabajo parecido, reportan lo mismo: una gran cantidad de mujeres interesadas en participar”, agregó.
Esto se traduce en que “se están conformando cuadrillas de mujeres para realizar trabajos o mejoras habitacionales”, un “indicador” de que las cosas están empezando a cambiar aunque “todavía no se vea reflejado en números”.
Las barreras que se deben romper para poder construir
En cuanto a los obstáculos con los que se topan las mujeres en la construcción, Carvalho los divide en dos tipos: “barreras físicas y simbólicas”.
Entre las barreras físicas se encuentran, por ejemplo, la presentación en “bolsas de 50 kilos” de los principales materiales, la falta de “vestuarios dignos”, de baños adecuados, ausencia de “un espacio donde comer” u horarios de trabajo incompatibles con las tareas de cuidado, históricamente feminizadas.
“Estamos tratando de desarmar esas barreras físicas desde la perspectiva de la adecuación de la obra para que la mujer tenga un ámbito laboral seguro, tiene que representar también en una mejora también para los varones, del conjunto, en un rubro en el cual se han naturalizado un montón de prácticas que no están buenas y que es hora que se vayan cambiando”, agregó
Un ejemplo de los obstáculos puntuales sobre los cuales hay que trabajar son los horarios.
“Una de las primeras cuestiones que tuvimos que resolver con una cuadrilla de mujeres que consiguió cupo laboral en una obra de Ciudad de Buenos Aires fue adaptar el horario de entrada de las mujeres a la obra porque era a las 8 de la mañana y a esa hora ellas tenían quejar a sus hijos e hijas en los colegios o jardines de infantes”, contó.
“En esa oportunidad pudimos hablarlo con los varones y explicarles el porqué de la necesidad de que entraran a las 9 de la mañana, que no era algo caprichoso sino que tenía que ver con una imposibilidad real para las mujeres que son madres si la responsabilidad de los cuidados sigue siendo como es hasta ahora”, agregó.
En cuanto a las barreras simbólicas, es decir, los mitos y prejuicios que impiden el acceso de las mujeres a esta actividad, el programa ofrece “charlas de concientización para varones en empresas de construcción”.
“Los varones escuchan, se interesan y las mujeres que han participado en trabajos de obra han sido muy bienvenidas en esos ámbitos en contra de los prejuicios que nosotros teníamos cuando empezamos con el programa, así que en ese sentido también es positivo lo que está pasando”, dijo.
Uno de los prejuicios más arraigados es el que indica que los hombres son más idóneos para este tipo de tareas y que no necesitan capacitación.
“Nosotros todas los talleres los arrancamos con una charla sobre todas estas barreras simbólicas y lo que yo siempre les explico es que ningún varón que empieza a trabajar por primera vez tiene experiencia y nadie se le va a pedir porque justamente se inician como ayudantes y se van capacitando a medida que trabajan en esto”, dijo
“Así y todo, nosotros no impulsamos la idea de que no se tienen que capacitar, sino todo lo contrario, sostenemos que esa capacitación a ellas les va a dar un plus, un diferencial en relación a ese varón que nunca se capacitó”, agregó.
De esta manera, “esta premisa de que el varón es más idóneo o puede manejar mejor las herramientas, se desarma inmediatamente cuando las mujeres empiezan a trabajar en obra”, máxime si han recibido la capacitación adecuada.
“Y los que las contratan o los clientes o los directores de obras se dan cuenta que tienen la misma capacidad de maniobrar herramientas, que incluso hasta naturalmente hay más prolijidad en sus trabajos, que son más cuidadosas y que nunca vas a ver una mujer sin casco o sin los guantes -cosa que los varones pasa-; todo lo cual se ve reflejado en un mejor trabajo”, dijo.
Fuente: Télam
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