En Santa Fe, Colón debutó en la Copa Libertadores con una agónica victoria ante Peñarol
Lo sufría Colón. Era injusto, inconcebible. Demasiado premio para un equipo mezquino y mediocre (Peñarol) y mucho castigo para Colón. Hasta que llegó el envío al corazón del área y apareció Farías, parando la pelota con el pecho y enviándola al fondo del arco de Dawson. A lo Colón, con sufrimiento. Pero con merecimiento.
El pelotazo fue el argumento de ataque que eligió Colón. A veces con imprecisiones, aunque en la primera que acertó Aliendro, lo dejó a Meza en una buena posición para generar un tiro de esquina cuando intentó el remate al arco. Fue la primera aproximación de Colón que intentó adueñarse del trámite del partido a partir de los 10 minutos. Y lo consiguió, más allá y a expensas de sus imprecisiones.
Es muy difícil entender lo que pasó con el Pulga, un gran definidor que falló de una manera poco entendible. A la jugada la armó Bernardi después de un quite estupendo de Teuten, llegó la habilitación para Beltrán con un pase filtrado que lo dejó solito con un defensor marcándolo, vio al Pulga entrando por por el otro costado, eludió al arquero y remató al arco (¡sin arquero!) rebotando en un defensor y luego, en el rebote, el que también falló desde una posición inmejorable fue Bernardi, rebotando en el pecho de un uruguayo que estaba custodiando el arco. Increíble oportunidad desperdiciada por un Colón que era más que Peñarol.
A todo esto, poco de Peñarol, que abría a Laquintana por izquierda, con Alvarez como el más adelantado y un retroceso constante del resto para esperar refugiado en su terreno. Pocas ambiciones, muchas limitaciones. Salvo alguna contra esporádica, pero mal terminada.
La gran jugada de Bernardi –lo mejor de Colón en el primer tiempo, bien asistido por Teuten- armó la jugada que desembocó en la apertura del marcador. Entró por el callejón izquierdo, se hamacó, dejó dos rivales en el camino, remató al arco, Dawson desvió a medias y el Pulga –hasta ese momento de flojo trabajo- la empujó al gol. Merecido, poniendo justicia. Colón ganaba. Y ganaba bien.
Le quedó ajustado y mezquino el resultado a Colón en el primer tiempo. Fue más que Peñarol, lo dominó y le creó ocasiones suficientes como para aumentar el resultado. Hubo un par de jugadas que dejaron dudas (manos reclamadas en el área uruguaya), pero al margen de ello, los merecimientos acumulados fueron suficientes, en un primer tiempo aceptable de Colón.
Se abrió el partido en el complemento, Peñarol se animó un poco (obligado por las circunstancias), pero con escasa o nula profundidad. Salvo cuando la pelota pasaba por los pies de Laquintana, el extremo por derecha en ese esquema de 4-2-3-1 con el que vino Larriera a Santa Fe. Por esa falta de presencia arriba, el técnico sacó a Alvarez y lo puso a Bentancourt, tratando de encontrar mayores variantes ofensivas.
Eso sí, Colón no parecía ser el mismo equipo agresivo y dominante del primer tiempo. Ya Bernardi-Teuten no tenían la misma gravitación. Y algunas jugadas de pelota quieta amenazaban la tranquilidad meridiana con la que había jugado Burián y todo Colón en el primer tiempo. Aunque la tibieza de los uruguayos era evidente, hasta que Capellini aprovechó un espacio libre que le dio Garcés y metió un remate “combado” que no encontró una buena respuesta de Burián. Inimaginable e injusto. Casi al mismo tiempo que Falcioni había decidido el ingreso de Farías por el Pulga Rodríguez.
La imagen de los dos equipos mutó en el segundo tiempo. El híbrido Peñarol se animó y Colón se fue desinflando de una manera preocupante. Falcioni sacó a Beltrán y lo puso a Wanchope Abila. El problema estaba en el mediocampo. La falta de fútbol era notoria. Ya Bernardi no era el mismo, Aliendro tampoco, se había perdido frescura por afuera (con Meza y Teuten), hechos advertidos por un equipo realmente limitado –Peñarol- que empezó a manejar el partido.
Ya en la parte final lo tuvo Wanchope. A Farías lo revolearon por el aire y Sampaio cobró el tiro libre. Lo ejecutó Bernardi, dominó Wanchope y cuando definió, lo tenía encima a Dawson, que le tapó el remate. Colón recuperó algo de protagonismo a partir de esa jugada, Peñarol volvió al mismo refugio defensivo del primer tiempo, pero la falta de claridad le jugó una mala pasada a un Colón que ya había desperdiciado su momento propicio, que se dio durante todo el primer tiempo. Pero al final llegó el gol de Farías, que puso justicia. No exenta de sufrimiento… Como religiosamente lo marca la historia de Colón. Primero sufrir, después gozar.
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