El consumo no levanta y se financia con crédito

La caída del consumo se continúa profundizando en la recta final del año. Según el último informe del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina (CentroRA), la demanda de bienes volvió a deteriorarse en agosto. Las ventas de los mayoristas retrocedieron 8,4 por ciento interanual, mientras que en los supermercados se registró una leve mejora de apenas 0,34 por ciento en el mismo período, aunque con una baja mensual de 0,23 por ciento.

De acuerdo con el relevamiento, el nivel de ventas mayoristas en julio se ubicó un 35 por ciento por debajo del que existía al inicio de la gestión de Javier Milei, mientras que el de los supermercados continúa 27 por ciento por debajo. A más de 32 meses de iniciado el mandato, ninguno de los dos canales de comercialización recuperó los valores previos al cambio de gobierno, lo que confirma la persistencia de una contracción estructural del consumo.

Desde el comienzo de la gestión libertaria, las ventas de autoservicios mayoristas acumulan una caída de 21 por ciento, mientras que las de supermercados retroceden 9 por ciento. Ambos indicadores empeoraron dos puntos respecto del informe de mayo, señalando que la retracción de la demanda no solo no se detiene, sino que se profundiza. “La probabilidad de recuperación de la demanda es baja”, advierte el documento, que vincula esta dinámica con la pérdida de poder adquisitivo y el deterioro del empleo.

El impacto del enfriamiento de la demanda se extiende al conjunto de la economía real. El comercio, uno de los principales sectores generadores de empleo urbano, sigue afectado por la contracción del consumo de los hogares y la caída en las ventas de bienes de primera necesidad. La incertidumbre electoral y la falta de credibilidad del programa económico oficial agravan un cuadro que ya muestra signos de agotamiento.

En este contexto, el uso del crédito para financiar consumos básicos crece a un ritmo acelerado. Según el CentroRA, el empleo de tarjetas de crédito en supermercados alcanzó en mayo el 45 por ciento del total de las operaciones, frente al 39 por ciento de diciembre de 2023. En paralelo, se redujo el uso de otros medios de pago: las tarjetas de débito pasaron de representar el 34 por ciento al 26 por ciento, el efectivo del 20 por ciento al 16 por ciento y las billeteras virtuales subieron del 7 por ciento al 13 por ciento.

La expansión del crédito, lejos de reflejar una mejora del consumo, revela que una proporción creciente de los hogares se endeuda para poder cubrir gastos básicos como alimentos, productos de higiene y artículos esenciales. El informe lo vincula a la reasignación de ingresos hacia el pago de servicios, en un escenario en que los salarios apenas logran acompañar la inflación.

El documento también identifica dos fenómenos que refuerzan esta lectura. Por un lado, las promociones con tarjeta de crédito —habituales desde antes del actual gobierno— ya no alcanzan para compensar la pérdida de ingresos. Supermercados como COTO, Carrefour y Día continuaron ofreciendo descuentos de entre 20 y 25 por ciento, pero aun con estos incentivos, los consumidores recurren al crédito para financiar la canasta mensual. Por otro lado, la morosidad en los créditos al consumo se disparó 147 por ciento desde diciembre de 2023, pasando del 2,5 por ciento al 6,2 por ciento en julio de 2025.

Esto significa que no sólo aumenta el endeudamiento, sino también las dificultades para afrontarlo. En otras palabras, las familias están utilizando el crédito no como una herramienta de consumo adicional, sino como un mecanismo de supervivencia ante la caída del poder adquisitivo. Esta situación se agrava cuando las tasas de interés superan ampliamente la inflación. La tasa promedio informada por el Banco Central se encuentra por arriba del 100 por ciento mientras la inflación de los últimos 12 meses se ubicó en 31,8 por ciento según la última medición de septiembre realizada por el INDEC.

El informe concluye que la combinación de menor demanda interna, deterioro del ingreso real y creciente dependencia del crédito configura un cuadro de fragilidad social y económica. Pese a la moderación de algunos indicadores nominales, la pérdida de capacidad de compra y la falta de señales de recuperación consolidan un escenario recesivo que amenaza con prolongarse durante los próximos meses.

La economía, atravesada por la incertidumbre política y la inestabilidad macroeconómica, sigue mostrando los límites del ajuste. El debilitamiento del mercado interno, el aumento de la morosidad y el consumo sostenido a crédito son expresiones de un modelo que, lejos de estabilizar, profundiza la vulnerabilidad de los hogares y el estancamiento del aparato productivo.

Fuente: Pagina 12

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