Pequeña entrerriana recorre varios kilómetros por el campo junto a su padre para asistir a sala de 5 años

Pequeña entrerriana recorre varios kilómetros por el campo junto a su padre para asistir a sala de 5 años
El pasado viernes 28 de mayo se celebró el Día de los Jardines de Infantes, en conmemoración de una precursora de la Educación Inicial como fue Rosario Vera Peñaloza, que precisamente falleció un 28 de mayo de 1950. Esa impronta didáctica sigue trazando desafíos a quienes encaran la responsabilidad de enseñar en este tramo de educación, y en distintos contextos como el caso de la ruralidad.

Por eso, desde la Supervisión de Nivel Inicial, Mónica Jara compartió con Paralelo 32 un enternecedor material que pone la mirada en la experiencia de una niña llamada Sofía, que asiste a sala de 5 años de la Escuela primaria N° 34 Martín Fierro, de Rincón del Doll, paraje El Carrizal, a 47 km de Victoria, rutina que para ella implica recorrer entre 6 y 10 kilómetros para lograrlo.

Sofía empieza describiendo ese comienzo de jornada, muy temprano “a eso de las 6:40 hs de la mañana, aún está oscuro, es otoño”. Cuenta al detalle que la despierta su mamá “con una taza de leche calentita, la cual tomo abrigada en la cama, mientras veo dibujitos”.

Después de vestirse y peinarse (con unas trenzas) menciona lo que lleva de alimento para la jornada y añade que también forman parte de su outfit (atuendo) el barbijo y la máscara. “Después me despido de mamá y mi hermana que se van a otra escuela”.

Sofía continúa el relato contando que su papá es el encargado de llevarla, “tenemos un largo recorrido, pasamos por caminos con zanjas profundas a los lados, luego por una calzada con agua que pasa por encima”. Seguidamente añade: “Cruzamos por un camino muy angosto, entre dos barrancas altas y luego debemos cortar distancia por entre varios campos, ya que parte del camino que recorría, se derrumbó dejando un precipicio de más de 15 metros”.
Su padre también debe abrir varias tranqueras entre los campos, para lograr salir al camino principal, “que también en todo el trayecto hasta la escuela se encuentra intransitable”.

Sobre el final, la pequeña relata: “entre tantas subidas y bajadas llegamos a la escuela. Allí me espera mi ‘seño’ con una sonrisa, junto a la directora de mi escuelita. Me despido de papá, él me ayuda a colocarme el barbijo y la máscara. Llevo también mi alcohol en gel y todos mis útiles para comenzar mi día en el jardín. Allí tengo muchas cosas por aprender y momentos juntos a mis compañeros muy divertidos”.

En la escuela emplazada en este particular paraje, esta niña no deja de contextualizar lo que implica educarse hoy en la zona rural; el desafío involucra a quienes imparten y a quienes reciben esa educación pública.

Sin dudas, Sofía es muy observadora y así lo hace notar su maestra. “Disfruta de cada propuesta del jardín, de jugar con sus compañeros, pero sobre todo ha creado un fuerte vínculo con su docente, a pesar de que el año pasado, cursó salita de 4 en la modalidad virtual. Su caso, este año, es de presencialidad remota, combinando clases virtuales con presenciales, estas últimas cuando las lluvias y el mal estado de los caminos hacen imposible que asista a clases. Ella se pone triste cuando esto ocurre, pero su situación es particular, para poder llegar a la escuela recorren entre 6 y 10 km ‘cortando campo’, ya que el camino por el paso ancho se derrumbó, si no, tiene una distancia de 25 km dando la vuelta por Los Cerros; o 26 km por Las Cuevas”.

“En la escuela, todos saben lo que le gusta el jardín a Sofi y las distancias que recorre, por lo que todos nos alegramos al verla llegar”, dicen en la institución.

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