Mujer sufre desde hace 9 meses los efectos del coronavirus

Mujer sufre desde hace 9 meses los efectos del coronavirus
A fines de marzo, cuando la abogada penalista canadiense Ashley Antonio se enfermó de Covid-19, tuvo que lidiar con los mismos síntomas que la mayoría de la gente: fiebre, dolor corporal, cansancio, dolor de cabeza.

Decidió quedarse en su casa, convencida de que tarde o temprano los síntomas desaparecerían, o al menos eso quiso creer. Al fin y al cabo, era una mujer joven y sana de 35 años, sin comorbilidades, que hacía boxeo y entrenamiento de fuerza cuatro veces por semana.

Pero, pese a que ya se negativizaron sus análisis de coronavirus, los síntomas nunca se fueron. Es más: se intensificaron.

En estos casi nueve meses, ha sido hospitalizada y dada de alta cuatro veces. Sus médicos le diagnosticaron artritis y una dolencia que le provoca un dramático aumento del ritmo cardíaco cuando está de pie. Los médicos le dijeron que ambos son efectos a largo plazo del coronavirus. Lo que no saben, sin embargo, es sí esos síntomas desaparecerán, y de ser así, cuándo.

“Hablan solamente de los que se recuperan y de los que se mueren”, dice Ashley. “Pero nunca se habla de los que quedamos atrapados en esa especie de punto intermedio donde seguimos sufriendo efectos de largo plazo. Ya no somos Covid positivo, pero no estamos curados.”

Ashley no es la única. Los médicos siguen sin saber por qué hay pacientes de “largo plazo” que siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad varios meses después o sí esos síntomas los acompañarán por el resto de sus vidas. Pero para los expertos de salud queda cada vez más claro que hay miles de pacientes que están enfrentando efectos perdurables de la enfermedad.

Esos casos existen “en todos los países y en todos los idiomas”, dice Igor J. Koralnik, que arrancó el programa de problemas neurocognitivos de Covid-19 en el Hospital Memorial Northwestern de Chicago. “Es un problema grave y que seguirá existiendo.”

Lo que se sabe hasta ahora es que los efectos a largo plazo pueden afectar tanto a jóvenes como a adultos mayores, sin importar si fueron casos leves o si tuvieron que ser internados. Muchos de ellos han formado grupos de apoyo en las redes sociales, para compartir experiencias y consejos.

Ashley Antonio dice que antes de enfermarse había tomado precauciones y estaba trabajando desde su casa. Cree que se contagio en una visita al almacén, aunque no está segura. Empezó a tener síntomas el 25 de marzo.

Se quedó en su casa y algunos días después empezó a sentirse mejor. Pero cada vez que creía haberse recuperado, los síntomas volvían. Durante los siguientes tres meses, estuvo postrada en cama, con síntomas viejos y otros nuevos y más graves. Su cansancio era tal que podía bañarse apenas un par de veces por semana. Y cuando daba apenas unos pasos, sus niveles de oxígeno en sangre caían peligrosamente. Por momentos, su aturdimiento era tal que no sabía cómo agarrar un vaso con la mano.

Recién fue llevada a una guardia médica a mediados de mayo. Sola en su cuarto de hospital y volando de fiebre, empezó a tener alucinaciones. Después, dejó de sentir la mitad del cuerpo y la cara. Le hacían hisopados diarios, que siempre daban negativo. Así que la devolvieron a su casa. Pero una semana después debió ser internada nuevamente, situación que se repetiría dos veces más durante los próximos meses.

“Me hicieron todos los análisis que se te ocurran”, dice Ashley. Pero los médicos seguían sin descubrir qué le pasaba. Un médico de la guardia sugirió que tal vez eran efectos a largo plazo del Covid y la derivó a una clínica especializada.

En junio, dio positivo en la prueba de anticuerpos. En julio, los médicos de una clínica para sobrevivientes de Covid le diagnosticaron artritis y una dolencia que le provoca el aumento del ritmo cardíaco cuando está de pie. “Pero los médicos seguían sin encontrar explicación para la caída de mis niveles de oxígeno en sangre cada vez que daba dos pasos, y otros síntomas más”, recuerda Ashley.

Como esos pacientes “largo plazo” no tenían a quién recurrir, empezaron a contactarse entre ellos a través de las redes.

Ashley se unió a un grupo de Facebook donde se enteró, por ejemplo, que no era la única que sentía olor a cigarrillo cuando no había nadie fumando cerca. Otros pacientes también comentaban que sentían olores inexplicables y aleatorios.

“Yo estaba llena de preguntas y los médicos no tenían demasiadas respuestas, porque esto es muy nuevo para todo el mundo”, dice. “Lo que yo quería era saber si lo que me pasaba era ‘normal’, y fue muy reconfortante saber que no era la única.”

Aunque los síntomas siguieron, en agosto volvió por decisión propia al estudio de abogados donde trabaja como abogada penalista. Hay días en que se siente bien. Pero las palpitaciones, el resuello corto, el dolor articular y los dolores de cabeza son su pan de cada día. También se le suele nublar la vista y tiene sarpullidos. Ahora los médicos le dicen que esos síntomas podrían ir y venir por el resto de su vida. Así que por el momento Ashley prefiere vivir el día a día.

“Realmente tengo miedo de que sea permanente”, dice. “No puedo ni pensarlo.”

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